No todo cambia ante la nueva normalidad.

Durante esta pandemia como mucha gente, trate de tomar al toro por los cuernos y sobrellevar con la mejor actitud la cuarentena, que tanto pueden afectar cuarenta días, vamos, mi soberbia hablando me hizo creer que si yo ya había estado más de 365 días encerrada en un cuartito de hospital luchando contra otro tipo de enfermedad que serían 40 días.

Emocionada prepare actividades para mis hijos y tuve una cuarentena hermosa, feliz, en familia.

La sorpresa vino cuando esa cuarentena se convirtió en “La nueva normalidad” , empecé a tomar medidas para coordinar el trabajo, mi apostolado , el homeschool, la casa, una mudanza, el marido, la familia y me puse al último yo; dejé lncluso de hacer algo que tanto amo y que me ayuda a reflexionar y mantenerme en continua retro inspección cómo escribir, dejé de hacer ejercicio, de orar/meditar y que se diga de socializar o ir a misa...estrictamente prohibido por miedo. 

Nayeli, quien da pláticas, quien alienta en sus redes a ver lo positivo de la vida, estaba sumamente frustrada y no entendía porque...

La manera de juzgarme fue dura, malamente suelo recordar el momento más difícil de toda mi vida (la muerte de mi hijo) para minimizar los sentimientos de tristeza que muy pocas veces surgen en mi interior, así paso abril, mayo, junio, julio, agosto... perdida, sin tiempo, desorganizada, olvidadiza, me decía a mi misma que era temporal, que era la pandemia, pero por una extraña razón no había sincronía entre lo que sentía y verdaderamente quería , empecé entonces a eliminar de mi vida todo aquello (cosas y personas) que me robaban La Paz, cerré mis redes pocos días, tomé medidas, MIS medidas y seguía sintiéndome igual.

Un día, desesperada le platiqué a mi esposo que no me sentía cómoda con mis decisiones y mi manera de enfrentar esta pandemia, que no encontraba paz y que no entendía que estaba pasando, porque si ya había vivido el encierro de una manera mucho más dura, mucho más dolorosa, una crisis mucho más fuerte, me estaba sintiendo así, simplemente no conectaba con lo que siempre predico. 

¿Qué era diferente esta vez al encierro doloroso de un hospital y un hijo enfermo? 

Tenía salud, hijos más que saludables corriendo por toda la casa, una cama en vez de aquel sofá incómodo, comodidades, agua caliente sin olvidar el agua fría del hospital, comida casera... 

¿Cómo podía sentir frustración y tristeza?

Fue así, que después de mucho reflexionar y abrir mi corazón para escuchar, descubrí que lo único que me faltaba reforzar durante la pandemia era mi relación con Dios, por querer abarcar todo y exigirme tanto en momentos de crisis, me olvide de lo verdaderamente importante, reforzar mi fé, y es que en lo personal, no logro conectarme con las misas por zoom y con la sobresaturación de HOME todo, malamente me olvide de esa parte.

Entonces descubrí, que el covid me había dado una gran lección, la fé que no se alimenta adelgaza y es la única parte de mi persona que deseo sea MUY robusta, mi vanidad fue tan grande que creí, que por ser una mujer de fé, quien vivió en primera fila ese amor y plenitud en Dios durante la enfermedad de su hijo, ya estaba exenta y no fue así, ¿porqué tendría que ser así?
Entonces descubrí que así como la comida alimenta al cuerpo, la fé y la oración son el Maná del espíritu y de igual manera deben consumirse cada día. Así como reforzamos nuestro sistema inmunológico con vitaminas para estar protegidos, debemos de igual manera reforzar nuestra alma con vitaminas de fé para ahora si estar completamente protegidos.

Fue entonces que volví a tomar medidas, no las mías esta vez... volví a darme el tiempo, como prioridad, de re-conectarme con mi esencia y todo empezó a vibrar en son de paz a mi al rededor, y es que que tarea tan difícil tenemos las madres de familia que si tienes un mes malo, todos los que más amas y están a tu al rededor lo tienen, nuestro trabajo  es tan importante en la figura de la familia que todos se estresan cuando nos estresamos y tenemos la virtud de poder hacer felices a los que nos rodean siendo felices también.

Esta época el COVID nos ha privado de muchas cosas y es completamente normal que nos sintamos cansados, desconcertados, frustrados...

Pero fue en los momentos de más incertidumbre y frustración donde la oración tomó el rumbo de mi vida.

Fue en los momentos más cansados donde mi fé me mantuvo de pie.

Es justamente en estos momentos donde debemos re-conectarnos con Dios, con nosotros, con lo esencial y no perder de vista que absolutamente nada está garantizado, que en esta vida debemos trabajar para conseguirlo todo, por ello de igual manera debemos trabajar nuestra fé y nuestro espíritu.

No podemos ir solos contra los problemas, todos necesitamos una guía, encuentra la tuya y no olvides en los momentos duros trabajar primero en ti para entonces poder irradiar amor y paz, esa que tanto se necesita en estos momentos, para los que están a tu al rededor.

Gracias padre Jorge por recordármelo.

Dios siempre ha sido la “nueva normalidad” y es siempre la respuesta ante cualquier crisis por difícil que sea.

No busques La Paz hacia fuera.
Búscala hacia dentro. 

No todo cambia ante la “nueva normalidad”.

nayeli pereznegronComentario